domingo, 8 de enero de 2012

Leticia y Luisa María

Lecro camina en medio de la noche disfrutando de la brisa suave y mirando el reflejo de la luz de la luna en el lago, el entorno se percibe agradable y la sensación de bienestar relaja su mente y fluyen imágenes, ideas, palabras y frases de manera aleatoria. El ruido de algún carro lejano lo saca de ese momento distendido, revisa su reloj para ver la hora (21:23) y buscando recobrar la agradable sensación anterior, se tiende sobre la grama y repasa en su mente y luego de algunos minutos llegan con nitidez dos gloriosas figuras con sus sonrisas tiernas y llenas de paz:

Leticia y Luisa María.

Leticia y Luisa María son mis dos abuelas, dos Señoras  que disfrute durante mi infancia, mi adolescencia y mi primera juventud. Ambas tuvieron que abordar la nave del retorno hacia la luz antes de que yo pudiese presentarles a mis hijos, las perdí en su paso por la tierra y en el momento de este encuentro me parece como si les hubiese guardado en algún archivo del cual han salido, primorosamente, en esta noche de cielo limpio y claridad.

Leticia es la mamá de mi padre, una mujer dócil y dulce. Leticia tuvo ocho hijos (seis hombres y dos mujeres) en unión con mi abuelo Juan B.,  y Juan B., al parecer, tuvo también ocho… ocho parejas sentimentales y múltiples hijos. Leticia siempre fue su apoyo, sin condiciones, sin reclamos. Con firmeza, lo respeto y lo amo hasta el final de sus días. De la misma manera se entrego en cuerpo y alma a sus hijos y nietos y me esperaba en mis vacaciones para contarme sus alegrías y angustias mientras me preparaba sus deliciosos platos con esa sazón llena de perfumes y aromas inexplicables que añoro y extraño. Varias complicaciones provocadas por la diabetes fueron deteriorando su salud hasta llevarla de regreso.

Luisa María, una mujer de temperamento fuerte y noble, es la mamá de mi madre. Luisa María tuvo tres hijas en unión con mi abuelo Juan de Dios (o Juan de Jesús, como consta en otros documentos), y al igual que Leticia amó  profundamente a mi abuelo. Para Luisa María yo era su nieto preferido, siempre me sentí así con Ella: preferido, protegido, alcahueteado, algo así como una apacible isla en medio de un mar fuerte. Me quería tanto que esperaba que yo fuera sacerdote, algo que viniendo de Ella era más que un honor que no le pude corresponder. No permitía ningún comentario medianamente desfavorable hacia mí y me llevaba en sus manos hasta que sus fuerzas, agotadas por un cáncer fulminante la llevaron de regreso.

Yo las quiero tanto y las extraño aquí, conmigo. Las busco entre mis recuerdos y pienso que aun están en Bucaramanga, en sus casas, esperándome para darme refugio en sus brazos. Pero Ellas han venido hoy a visitarme, abren mi mente y llegan hasta lo profundo del corazón. ¡Bella noche !  

3 comentarios:

  1. Wao! Klaus que añoranzas más emotivas. Saludos

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  2. Querido acabo de leer el comentario sobre las abuelas. Está muy bueno y muy verídico, Mama te amó y te quiso mucho y de paso nosotras como tías te amamos como si fueras hijo, lo mismo a PAUL Y HANS, BESITOS TU TIA QUE TE QUIERE. Beatriz

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